sábado, 17 de noviembre de 2007

ÁLVARO MARÍN ARIAS

(Manzanares, Caldas, 1958)
Hechizado por la poesía de César Vallejo y Miguel Hernández publiqué mi primer libro de poemas con el título de Jinete de Sombras en 1992. La publicación fue un reconocimiento que me hizo la Casa de Poesía Fernando Mejía de Manizales, luego fui invitado al diario El Espectador de Bogotá para colaborar con notas sobre cultura y literatura en el Magazín Dominical dirigido por Marisol Cano y coordinado por el poeta Juan Manuel Roca, medio que jugó un papel crítico importante en la vida cultural del país en los años noventa. El hechizamiento con la literatura y la poesía fue mayor cuando leí a los poetas Cardoza y Aragón y José Lezama Lima y a los narradores Macedonio Fernández y Alejo Carpentier, tenía en este tiempo una lectura de escritores europeos, pero el acercamiento interesado a la expresión latinoamericana fue para mí una revelación de sentido histórico y poético a la vez. Recibí otro reconocimiento en poesía al ser destacado uno de mis libros: Noche líquida en una convocatoria latinoamericana del Festival de Poesía de Medellín. Publiqué en 1997 La brújula no quiere marcar más el norte, un libro de ensayos sobre cultura, política y literatura.


Poema de amor

Oscuras alas nos rozan, anoche
cayó un lamparón de sangre sobre la tierra
y la luz de las bombas
iluminó nuestros cuerpos dormidos.

Después de la guerra levantaremos la casa
y la sangre derramada
arrastrará los pájaros grises de la tormenta.

La historia es un país de estaciones,
después del oscuro invierno
pintaremos la casa; cuando en el cielo rojo
se oculten las máquinas de la sombra
enterraremos a nuestros muertos.

Pintaremos la casa,
y el olvido resanará las grietas,
en la noche volverán los amigos
a encender la hoguera de sus voces;
tu voz será una lámpara sobre las ruinas
y tus manos lavarán la sangre de la tierra.


Deseo

Podría decir cielo de plata o luna azul,
pero esa no es mi voz
y si dibujo una estrella
es solamente para ahuyentar mi sombra.
Adivina de la noche, descifra estas aguas:
soy el mar solo acercándose a tus orillas solas.
Y hoy quisiera hacer de mi voz
un mar de luz para la sed de tu noche;
que mis pasos tengan
la resonancia del alba cuando busco tu huella
y no el abandono del sol suicidándose al final de la tarde.

Que mis palabras sean un rumor de alas,
y en el momento de escribir la palabra amor
surja una bandada de pájaros
que silencie el ruido de los huesos del aire.
Y si es por la danza de mis aguas
en la noche de tu cuerpo,
que el deseo nos devuelva
la dulce y dolorosa memoria del paraíso perdido.

(De “Noche líquida” )