jueves, 22 de noviembre de 2007

MARIELA MAHECHA BURITICÁ

(Manizales,1980).
Cursa estudios de trabajo social en la Universidad de Caldas


No existe despedida
finalmente la distancia tomó
la decisión por nosotros,
no han quedado discursos pendientes,
ahora nos abraza la muerte en cada paso,
y esa mirada en la que nos extraemos
del mundo está reservada para
la intimidad de un contacto inconcluso,
donde caen como corriente de río
mis lamentos.


Acaso puede el poema
morir en cada sílaba,
para resucitar en la boca
del suicida y finalmente
perderse entre las piernas
de la pobre puta
que creyó que las estrellas
existían para que se las prometieran.
Amo las hojas que no han
pasado por mis manos,
la tinta que no derramo
en las largas horas de insomnio,
amo el silencio de tus manos
en mis senos, el momento
en el que discernimos la creación
de lo que llamaríamos amor.
Amo las tardes y las noches
que no terminan, las preguntas
que no tiene respuesta.
Amo el estado de inconciencia
en el que me pierdo y me quedo
menguada esperando la luna nueva.


Bellamente en reposo
sus cabellos se agitan
quedando en silencio
profunda como si fuera
la roca, esa que nunca
se mueve, quieta muy quieta
se convierte en el instante
del silencio, se repite y se repite
como un gemido intenso
donde alcanza eso que aun no conocemos,
como una piedra que nunca se movió,
ni contó la historia que no dijo nada,
que no mostró una imagen, ni observó
fue ese el momento,
el encanto de la tristeza perdida,
se perdió entonces
dejó de creer y aquello que se llamó fe,
se perdió y ya no más.